Poco han cambiado los desayunos desde los años sesenta hasta nuestros días. Aún recuerdo las discusiones que tenía con mi madre porque no quería comer fruta. Con el tazón de Cola Cao y las galletas era suficiente para salir corriendo. Las mismas discusiones que años más tarde sufría en casa con mis hijas, aunque ya se habían cambiado las galletas por los cereales.
Esto viene a cuento porque estoy leyendo una noticia que me ha recordado esos alimentos. Por lo visto, algunos militares ya caducos han afirmado que —más o menos—para salvar su patria deben fusilar a veintiséis millones de personas y, claro, eso me hace pensar que el desayuno que toman no lleva Cola Cao, pues no han pensado en lo complicado que eso puede resultar, aparte de las consecuencias económicas que conlleva. Veamos: aparte de la cantidad de asalariados que necesitarían para concluir con éxito la labor, debemos añadir la ingente cantidad de proyectiles necesarios— ya que debemos tener en cuenta que no hay tradición de buena puntería, por lo que serían necesarias dos balas por candidato—, lo que nos lleva a un gasto de cincuenta y dos millones de proyectiles. Entre una cosa y otra, no hay economía que aguante tanto gasto. Por otra parte, se necesitaría una logística de características descomunales. Además, hay que hacer desaparecer los cadáveres, bien sea bajo tierra o calcinados, por lo que todo son complicaciones. Tampoco debemos olvidar que si desaparecemos tantos, la recaudación de impuestos se vería mermada en exceso y daría lugar a más problemas.
Por dar ideas, puedo afirmar que han equivocado el modo en que quieren cargarse al personal. Hubiera sido más factible haber afirmado que se proponían gasear a esa cantidad de compatriotas dentro de los campos de fútbol—que hay muchos—tras cubrirlos. También podían haber pensado en utilizar lanzallamas, y de esa manera mataban dos pájaros de un tiro. Muerte y cremación a la vez. Otra posibilidad sería llevarnos a todos a los Pirineos, durante los meses de enero y febrero, y abandonarnos para morir congelados, Imagino que aquello tendrá suficiente extensión para acoger la cantidad de individuos que quieren hacer desaparecer.
Seguro que estás pensando en otra serie de ideas, lo que me lleva a la conclusión de que hay muchas formas de hacerlo, más económicas y más limpias. También es importante que ellos permanezcan en casita cuidando de que todo se haga con corrección, vigilando hasta el más mínimo detalle y tomando nota para que todos los colegas que hagan el trabajo de campo, puedan en el futuro ser dueños de su destino. El destino que ellos crearán para que los que queden no puedan discernir entre ellos y nosotros.
He acabado mi desayuno y estoy pensando que me gustaría conocer a esos militares decrépitos y explicarles, cara a cara, cómo pueden retornar al mundo de los seres corrientes. Simplemente les diría que dejasen de darle al cuerpo cosas que no le sientan bien y se tomaran un buen tazón de leche con Cola Cao y unas galletas María.
Tu dales ideas
Creo que están un poco despistados.
Les falta, echar azucar al Cola Cao,estan amargadoss
Debe ser eso.
Yo soy aquel negrito del África tropical. Qué desayunos aquellos…
Enhorabuena por tus relatos.
Gracias, Luis