01/02/2020 – El conductor de carros

Algunas personas creen que la jubilación está vituperada. Me pregunto si eso es cierto, o quizá sea debido a ese conjunto de individuos que al presentir que el momento de su retiro se acerca o se convierte en realidad, tratan de esconder el hecho o hacen todo lo posible para que su entorno no los vea ociosos, inventándose nuevas profesiones o realizando todo tipo de actividades extravagantes.
La semana pasada, durante una de mis escapadas al botxo, aprovechando la bondadosa climatología, decidí hacer una caminata por la orilla izquierda de la ría, hasta llegar al mercado de la Ribera, en el que tengo por costumbre tomar un marianito y un par de los sabrosos pintxos que abarrotan las barras en los establecimientos de su esquina gastronómica, y donde los turistas de otras latitudes se vuelven locos, pues no saben cuál elegir.
Me gusta ese lugar, ya que es un escaparate en el que se muestra el palpitar de la urbe y porque la tapa de bacalao al pilpil resulta memorable. En esos asuntos andaba cuando aconteció lo siguiente: En la mesa de al lado un matrimonio tomaba unos cafés y ya se disponían a abandonar el lugar cuando fueron abordados por un señor que frisaba los sesenta, alopecia galopante, chándal azul marino y empujaba un carro de la compra, repleto de alimentos que había adquirido en los puestos cercanos.
No os vayáis aún. Permitidme que os invite a un café. No nos vemos desde que os jubilaron y no sé nada de vosotros desde entonces -sentándose entre los dos. El marido pidió otros cafés y, tras explicarle que todo estaba en orden, le preguntó si él también se había jubilado, a lo que le respondió con una negativa, pero creyó que la respuesta necesitaba algo más para ser creíble y comenzó su perorata sin encomendarse a Dios ni a Satanás: No me he jubilado, solo he cambiado de actividad y continúo siendo una persona útil. Ahora conduzco carros y me enorgullece ver que pocas personas los dirigen como yo.
Siempre respetando los pasos de peatones y no chocando con nada ni con nadie. Entonces, trabajas en una empresa de alquiler de coches -cuestionó la señora- y todavía no eres pensionista. Algo parecido. – inclinándose hacia adelante para hacerse oír mejor- Tengo dos carros. Uno con dos ruedas que utilizo a diario, para las compras más reducidas y que es más difícil conducir pues debo arrastrarlo y, a menudo, los brazos protestan. El otro tiene cuatro ruedas y lo saco los fines de semana, como hoy. Tienen más capacidad y se pueden dirigir mejor. No es necesario tirar de él, es suficiente con empujarlo y, como podéis ver, se aparca sin problema. El matrimonio se miraba y ponía caras de extrañeza, mientras el  conductor de carros continuaba con su exposición: Por cierto, el otro día leí que pronto iban a comercializar los carros con amortiguación, que tendrán más capacidad y aguantarán más peso…
Aboné mi consumición y salí de allí pensando que cuando me llegue el momento del retiro, tendré que ocupar mi tiempo en algo que no esté relacionado con el transporte.

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