AYER VENCÍ AL VIRUS

Ayer me levanté con una idea algo extravagante. No tenía intención de leer una sola página, ni escribir medio folio, ni continuar con el rompecabezas de dos mil fichas que había comenzado el pasado fin de semana, ni siquiera oiría las noticias. Me planteé pasar el día sin preocuparme ni informarme del coronavirus. Sabía que iba a ser difícil ya que cualquier movimiento o conversación, desde hacía casi un mes, tenían como protagonista al dichoso virus. Para lograrlo me propuse rememorar, durante toda la jornada, los mejores y más satisfactorios pasajes de mi vida, desde el momento que tuve sentido del recuerdo hasta ayer.

La primera remembranza fue para aquel día en que hice la primera comunión, con mi traje de general de la marina, azul marino y sus cordones amarillos. Mi madre me acortó los bajos de los pantalones pues me estaban largos. Creo que fue la primera vez en que me sentí como el personaje principal de una obra. Después, aquellos veranos en las colonias, en un pueblo de la provincia de Burgos, donde disfruté creando aventuras, sin olvidarme del calor sofocante que acechaba a diario. Con posterioridad llegaron largos años de aprendizaje en el Instituto, hasta que finalicé el bachillerato y me fui de viaje de estudios. Lo recuerdo muy bien y con agrado. Nos fuimos a Zaragoza, todo un fin de semana. El sábado por la mañana asistí, con mis compañeros de viaje, a la misa en la Basílica del Pilar. Cuando esta terminó me acerqué a contemplar a la Virgen del Pilar y fue una desilusión pues la veía muy pequeña para ser una Virgen y, debía llevarlo escrito en la cara ya que se me acercó un cura y me preguntó lo que pensaba. Se lo comenté y me dijo: «Si tienes fe en ella la verás enorme y si no la tienes la verás pequeña» Creo que nunca encontré aquella fe porque mirándola de arriba abajo y de izquierda a derecha, siempre la veía pequeña.

Más tarde, entre otras cosas, conocí a mi compañera y tuve mi primer hijo, y me vienen a la cabeza las largas mañanas de domingo, bajo los soportales de la Plaza Nueva, cambiando cromos de la colección de futbolistas, hasta finalizarla con éxito, De ese modo, año tras año, hasta que decidió que su deporte predilecto era el baloncesto.

También recuerdo, con verdadero orgullo, las navidades en que superé la oposición para trabajar en el Ministerio y como fui ascendiendo por méritos en los años siguientes. Tampoco olvidé que hace un par de años me propuse dar la vuelta al mundo, junto a toda mi familia, en un crucero, y así lo hicimos el verano siguiente.

Entretanto, se me aparecían las caras de las personas que tanto me ayudaron a formarme y con quienes disfruté esos grandes momentos.

Al finalizar el día había logrado vencer al virus. No me había robado un segundo. Una opípara cena para celebrarlo y, eso sí, prometiéndome que ese ejercicio volvería a intentarlo en un futuro, pero con pasajes de mi vida real, no inventada como lo hice ayer.